INTRODUCCIÓN
En el presente
documento vamos a hablar sobre la drogadicción como una enfermedad y cómo
tratarla. Hasta hace unas décadas no era considerada como tal sino sólo un
problema moral y de falta de voluntad.
Las adicciones
pueden definirse como una enfermedad crónica caracterizada por la búsqueda y el
uso compulsivo de una sustancia a pesar de saber los daños que ocasiona. Al
igual que otras enfermedades como la diabetes.
Casi todos
conocemos algún caso de adicción: amigos, familiares o compañeros adictos al
alcohol, al tabaco, a medicamentos legales o a drogas ilícitas. El objeto de la
adicción puede variar, pero la respuesta conductual es similar, ya que todas
estas adicciones provocan la misma reacción en la química del cerebro. Este
descubrimiento ha alterado la forma de considerar, prevenir y remediar las
adicciones.
DESARROLLO
En la década de
1930, cuando la ciencia comenzó a estudiar la conducta adictiva, se pensaba que
las personas adictas a las drogas y al alcohol tenían una moralidad deficiente
y carecían de fuerza de voluntad. Se le consideraba un problema moral y no de
salud. Así en lugar de diseñar acciones preventivas y terapéuticas, se optaba
por el castigo y se etiquetaba negativamente a los adictos.
La doctora María
Elena Medina Mora Icaza, directora del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón
de la Fuente Muñiz (INPRF), señala que fue un indicio importante de que las
adicciones tenían todas las características de una enfermedad. La adicción se
considera hoy una enfermedad del cerebro porque las drogas modifican la
química, la estructura y el financiamiento de ese órgano.
El doctor Rubén
Baler, científico de la salud de la Oficina de Políticas Científicas del NIDA,
señala que la adicción es una enfermedad que progresa por etapas. En la primera
etapa las personas utilizan sustancias para alcanzar la euforia que brindan,
pero este consumo de drogas se convierte muy rápido en enfermedad en quienes
las utilizan en forma crónica. El cerebro empieza a adaptarse a la sustancia y
aparecen los primeros signos de dependencia.
Cuando se abusan
de las drogas se alteran algunas zonas del cerebro como el tallo cerebral, que
controla el ritmo cardiaco, la respiración y el sueño; la corteza cerebral, que
procesa la información sensorial y nos permite pensar, planear, resolver
problemas y tomar decisiones, y el sistema límbico, donde se aloja el llamado
circuito de recompensa del cerebro. Dicho sistema motiva al individuo a repetir
conductas necesarias para la supervivencia y la reproducción como alimentarse y
tener sexo.
La doctora
Mediana Mora explica que la mayoría de las drogas interfieren con la actividad
de un neurotransmisor llamado dopamina, que desempeña un papel fundamental en
las sensaciones de placer. El cerebro está condicionado a repetir conductas que
permiten la supervivencia y las drogas actúan produciendo una activación mucho
mayor de la que ocurren en las situaciones naturales de recompensa. El cerebro
pierde la capacidad de sentir placer por las recompensas naturales, pues se
acostumbra rápidamente a las dosis masivas de dopamina que se producen al
consumir una droga y lo hace reduciendo su producción natural, o bien
disminuyendo la cantidad de receptores que captan la señal de este
neurotransmisor. Así, cuando falta la droga el cerebro ya no cuenta con
dopamina suficiente y la persona deja de disfrutar cosas naturalmente
placenteras, lo que conduce a la apatía y a la depresión.
Rubén Baler
añade, cuando el cerebro comienza a adaptarse a altos niveles de dopamina, el
individuo tiene que usar más y más droga para obtener el mismo efecto. Es
decir, se desarrolla tolerancia a la droga. En el individuo que ha llegado a
esta etapa, la falta de droga provoca el llamado síndrome de abstinencia, con
síntomas como ansiedad, irritabilidad, náuseas, insomnio, episodios de
sudoración, temblores y psicosis, y puede llevar a la muerte.
Ciertas
investigaciones muestran que la tolerancia a las drogas puede generar cambios
muy profundos en las neuronas y en los circuitos cerebrales, con efectos que
pueden ser graves. Por ejemplo, si el abuso de drogas altera la concentración
óptima de una neurotransmisor llamado glutamato, que participa tanto en el
circuito de la recompensa como en la capacidad de aprender, el cerebro
intentará compensar el cambio dañando en ocasiones la función cognitiva.
La propensión a
las adicciones proviene de varios factores biológicos y ambientales. Los
factores genéticos más o menos explican 40 o 60% del riesgo total. El resto son
factores ambientales sociales, culturales, dietéticos.
A fin de cuentas, el que se manifieste el
comportamiento adictico dependerá tanto de lo genético como del entorno. Así,
incluso si un individuo tuviera genes que propician el comportamiento adictivo,
si en su entorno no se usan drogas o si su comunidad de compañeros y amigos no
las consume, será muy improbable que el individuo desarrolle adicción
simplemente porque hay una interacción positiva y robusta entre la parte
biológica y la parte ambiental.
Hay sustancias
que por sí mismas son muy adictivas; por ejemplo, la heroína. Desde que se usa
por primera vez provoca una modificación estructural del cerebro. Otras
sustancias adictivas como el alcohol, el tabaco y la benzodiacepina
(medicamento psicotrópico que actúa sobre el sistema nervioso central) producen
dependencia muy rápido en las personas propensas.
Para que se
desarrolle una adicción importa igual lo adictiva que sea la droga, su
disponibilidad y lo aceptable que la considere la sociedad. Entre los humanos
hay tres veces más adictos a la nicotina, que a la cocaína y esto tienen que
ver con que la nicotina es más fácil de adquirir y su consumo es más aceptado
por la sociedad. En caso del alcohol, otra droga de fácil acceso y con amplia
aceptación social, entre el 10 y el 15% de las personas que beben desarrolla la
dependencia. Uno de sus principales síntomas es el aumento de la tolerancia; es
decir, se necesita beber, más para experimentar los efectos deseados. La
tolerancia se desarrolla muy rápido.
Toda la parte
del cerebro que es responsable del juicio, raciocinio y control de la conducta
se desarrolla hasta los veintitantos años. Como los adolescentes suelen tomar
sus decisiones a partir de las emociones y no del juicio y el raciocinio es más
probable que abusen de las sustancias. El problema principal es que en esa
etapa de desarrollo el cerebro es mucho más vulnerable.
Aunque el punto
de corte son los 17 años, para el caso de la mariguana tenemos el riesgo
incrementado hasta los 26 años. Los adolescentes no deben ni beber, ni fumar,
ni usar otras drogas y que tenemos que trabajar con todas las políticas
públicas que nos ayuden a protegerlos.
Otro grupo de
riesgo está formado por las personas que tienen algún tipo de padecimiento
mental. Apróximadamente 60% de las personas con problemas de abuso de
sustancias también tienen una enfermedad psiquiátrica. Es importante
identificar lo más pronto posible a la gente que padece enfermedades
psiquiátricas o, en general, que es más vulnerable a caer en adicciones.
Este trastorno
afecta varios circuitos cerebrales, el circuito que calcula la recompensa y
todo lo relacionado con el aprendizaje, con la memoria, con el control de las
emociones y con la toma de decisiones. Dependiendo de la sustancia y del tiempo
que se haya empleado, los efectos sobre la salud pueden ir de enfermedades
cardiovasculares, enfisema o cáncer, al desarrollo de trastornos mentales
irreversibles.
Las drogas
también son un problema social con muchas facetas porque tener un adicto en la
familia la modifica, afecta su calidad de vida y tiene un impacto emocional,
económico y social. Por esa razón se ha buscado enfoques de tratamiento que
permitan a las personas con adicción abandonar la sustancia, pero al mismo
tiempo que modifiquen, desde el aspecto bioquímico y conductual, las causas que
provocan y agravan su adicción.
Lo mismos sucede
con los circuitos relacionados con la voluntad (memoria, emociones, toma de
decisiones. Es importante tener en cuenta que la adicción conlleva el desajuste
de muchos circuitos, y que para tratar al adicto deben tenerse en cuenta todas
las disfunciones al mismo tiempo.
Por lo tanto, el
tratamiento debe ir acorde a la persona, el tipo de sustancia, el ambiente en
que vive y sus recursos, internos y externos. Se requiere de una terapia
multidimensional que procure entrenar nuevamente un derecho que aprendió algo
totalmente anormal, pues la adicción, en última instancia, es una enfermedad de
aprendizaje.
La adicción es
una enfermedad crónica e incurable. Así siempre se pueden sufrir recaídas. Pero
la probabilidad de recuperación es similar a la de la diabetes y puede
controlarse para mejorar la calidad de vida. Las recaídas deben verse como
parte de la enfermedad y un tratamiento exitoso no debe medirse sólo por la
abstinencia, sino por la disminución de las recaídas, así como su gravedad y
duración.
CONCLUSIÓN
La adicción hoy
se considera una enfermedad del cerebro porque modifican su estructura y
funcionamiento. El gran problema sucede cuando los enfermos la utilizan en
forma crónica porque el cerebro se adapta a la sustancia y empiezan a depender
de ella.
El tener un
adicto en la familia no es un proceso fácil por lo que es esencial que lo vean
como un enfermo y tener presente que las recaídas son parte del proceso, pero
la diferencia entre cada una de ellas será el tiempo y la duración. Al tratarse
como una enfermedad entenderán que el enfermo no es consciente para la toma de
decisiones, no sólo es cuestión de intenciones sino de un tratamiento que
tendrá que reeducar al cerebro.
Uno de los
grandes retos que tenemos con esta enfermedad es evitarla dentro de los
jóvenes, si bien es cierto que la parte biológica puede ser un riesgo para un
acercamiento a las drogas, el ambiente es el que realmente determina el
involucramiento a ellas. Por ello, es fundamental tener presente la vulnerabilidad
de los jóvenes ante los cambios naturales de la etapa vivida, por lo cual las
políticas públicas deben ser enfocadas a contribuir la estabilidad económica y
emocional de las familias.
REFLEXIÓN
Porque el tema
del cerebro me resulta interesante, precisamente de este órgano es del que
menos sabemos y menos controlamos. Cuando terminé de leer el artículo
correspondiente quedé impresionada de lo cuidadoso que debemos ser cuando
queremos abordar el tema de la adicción y más cuando queremos ayudar a alguien
que se encuentra en alguna de estas enfermedades.
¿De dónde
partiste para empezar a escribir?
Antes de
escribir vi tres videos que me parecen interesantes y fundamentales para
conocer más a detalle su funcionamiento y los daños que sufre el cerebro ante
las adicciones. Para escribir comencé por subrayar las ideas centrales del
artículo y gracias a los videos pude darle una idea diferente a la información
expuesta, esperando que resultara interesante para las personas informarse al
respecto.